Actualizada Oct 2025
Información
Aquí vas a encontrar información básica sobre los espasmos infantiles. No pretende reemplazar una consulta médica: solo un médico y un estudio pueden confirmar un diagnóstico.
Somos fieles creyentes de que cuando los padres entienden lo que está pasando, pueden actuar a tiempo.
En nuestras redes compartimos no solo información, sino también testimonios, entrevistas y consejos de familias que ya pasaron por esto.
Qué son los Espasmos Infantiles
Los espasmos infantiles (a veces llamado síndrome de West) son un tipo poco común pero serio de epilepsia que aparece normalmente durante el primer año de vida, sobre todo entre los 3 y 12 meses.
Se caracterizan por movimientos breves y repetitivos del cuerpo que ocurren en series.
No se parecen a las convulsiones que la mayoría de la gente imagina. Son sutiles y, por eso, pueden pasar desapercibidos.
Los movimientos pueden variar, pero los más comunes son:
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El bebé se encoge o se dobla hacia adelante, como si hiciera un pequeño “salto” o “abdominal”.
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A veces extiende los brazos o las piernas repentinamente.
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Cada espasmo dura menos de dos segundos, pero suelen venir en grupos.
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Ocurren con frecuencia después de despertarse o cuando el bebé se está quedando dormido.
Cómo se ven los espasmos
Por qué son una emergencia
Los espasmos infantiles son una emergencia neurológica.
Aunque los movimientos sean cortos o parezcan leves, significan que el cerebro está teniendo una actividad eléctrica anormal que puede afectar el desarrollo si no se trata a tiempo.
Cuanto antes se diagnostican y se tratan, mejor pronóstico tiene el bebé.
El diagnóstico solo puede hacerlo un neurólogo pediatra o un especialista en epilepsia infantil con:
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EEG (electroencefalograma): muestra un patrón característico llamado hipsarritmia.
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Resonancia magnética (MRI): busca posibles causas estructurales en el cerebro.
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Estudios genéticos o metabólicos: si no se encuentra una causa visible.
Cómo se diagnostican
Causas posibles
Los espasmos infantiles pueden tener distintas causas, entre ellas:
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Malformaciones del cerebro (como displasia cortical).
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Lesiones cerebrales antes, durante o después del nacimiento.
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Síndromes genéticos.
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En algunos casos, no se encuentra una causa clara.
Identificar la causa ayuda a elegir el mejor tratamiento.
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Filmar los movimientos del bebé y mostrar el video al médico.
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Buscar atención inmediata con un neurólogo pediatra.
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No esperar “a ver si pasa”: cada día cuenta para proteger el desarrollo del bebé.
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Guardar la calma: los tratamientos pueden funcionar muy bien si se inician a tiempo.